Estos días son extraños. De confusión y con una mezcla de sensaciones. Por un lado la tristeza de ver las imágenes desoladoras de los hospitales desbordados o las grandes avenidas vacías… Un dolor que se funde con el orgullo de ciudades y pueblos que salen cada noche al balcón: para aplaudir a los sanitarios o para decirles a los que mandan que somos una sociedad más madura de lo que ellos creen.
Estos días nos ponemos todos a prueba. En lo individual y en lo colectivo. Pienso en ello más de una vez y creo que ya lo he escrito en algún que otro post. Hemos ido a nuestro rollo durante muchos años, sin mirar al de enfrente. Ahora compartimos un mismo sentimiento. Nos une el mismo miedo. Creo que de esto no saldremos bien en lo personal (mucha gente está perdiendo a los suyos sin poder despedirse) ni en lo económico y probablemente esta crisis también provoque mucha inestabilidad emocional. Ojalá una bofetada así nos recoloque en nuestro sitio. Lo necesitamos.
Cuesta ver a este país arrimar el hombro y todos a una. Respetando las ideas de cada uno, siento que perdemos demasiado tiempo en pequeñas luchas de poder y sorteamos y evitamos la suma de todo ese valor. No sé si somos un gran país pero tengo claro que aquí hay mucho talento y mucha gente buena. De Vigo a Cádiz o a Sabadell. De Bilbao a Castellón… Una fuerza que se escapa por la ventana porque, enzarzados en discusiones estériles, permitimos que los buenos investigadores se vayan fuera, que se recorten los servicios públicos, que se abandone a los mayores porque ya no son prioritarios o que la generación de chavales mejor preparada, prefiera irse que vivir aquí.
Quizá este sea un buen momento para reflexionar sobre esto. Y sí, quiero que esta entrada de hoy sea un homenaje a todos los que con mucho o poco están haciendo que salgamos cuanto antes de esta y podamos disfrutar de nuevo de muchas cosas que no sabemos valorar. En mi ciudad, Madrid, de los parques, de las calles llenas de gente, de las noches de verano… y de la compañía de las personas que quieres y a las que ahora ves por Facetime pero que tienes muchas pero muchas ganas de achuchar.
Ánimo a los sanitarios, a las fuerzas del estado, a los limpiadores, a los trabajadores de esas tiendas de alimentación, seriedad a los dirigentes, madurez a los ciudadanos y templanza para todos. Vienen días complicados pero pensemos en el reencuentro. El reencuentro con la vida.
- 3 huevos separadas las yemas de las claras
- 100 g de aceite de oliva virgen extra o girasol
- 125 g de yogur natural o queso fresco batido
- 180-200 g de sirope de arce -si no tienes pon azúcar moreno o dátiles triturados-
- 150 g de harina integral
- 30 g de cacao puro 100%
- ½ sobre de levadura en polvo Royal®
- Ralladura de 1 naranja
- 60 g de almendras troceadas
- Pon en el vaso limpio la mariposa, las claras con unas gotas de zumo de limón y una pizca de sal y programa 6-7 minutos, 37ºC, velocidad 3 y medio. Retira y reserva. Quita la mariposa.
- Pon en el vaso el resto de ingredientes excepto las almendras y mezcla 15 segundos en velocidad 4. Añade las almendras y mezcla. Vierte en un cuenco.
- Agrega poco a poco a las claras montadas con movimientos envolventes para conseguir una masa aireada.
- Engrasa un molde y precalienta el horno a 160ºC con ventilador o calor arriba y abajo e introduce el bizcocho durante 25-30 minutos o hasta que esté listo. Conseguirás un bizcocho húmedo y delicioso. No te pases de horneado para que la corteza no quede reseca. Listo