Bundt cake de Limoncello

Preparar esta receta de hoy me traído recuerdos muy divertidos de un viaje que hicimos Javi y yo hace unos diez años. Sí, este Bundt cake lleva un poquito de Limoncello, el licor italiano típico de Limone, que es pueblo que está situado al norte del país, a orillas del Lago di Garda. Creo recordar que esta historia la conté por aquí entonces pero es que cada vez que recordamos ese viaje, Javi y yo no paramos de reír.

Resulta que estábamos en Venecia y nos escapamos en coche a recorrer el famoso lago por recomendación de una amiga. El “paseo” merece la pena y hay zonas preciosas. La cosa prometía. Era verano y nos queríamos bañar porque hacía bastante calor y había muchos turistas. Pero había que cambiarse porque llevaba el bañador en la maleta. Todo estaba lleno  pero encontré una zona tranquila. Una construcción abandonada a pie de un lago. Y sí, me cambié en una sala azulejada y fría que no me puedo ni imaginar que sería en otros tiempos -vamos no me atrevo ni a escribirlo-. La verdad, la escena, en italia y en ese sitio no podía ser más estrambótica. Nos bañamos y disfrutamos del lago.

Pasamos por Limone, el pueblo del Limoncello, que en efecto, tiene limoneros y parece desprender cierto olor a limón -menos del que dice mi apasionada amiga Emilia :D- y para dormir elegimos un pequeño puerto plagado de alemanes, el Riva de Garda. Si no había sido suficientemente surrealista nuestro baño, llegamos a una gran explanada con terrazas hasta arriba de gente. Todos callados. Todos rubios. Familias enteras. 200 personas o más que, literalmente no abrían la boca. Juntos, en una tarde de verano y sin decir ni pío. Aquello era un funeral. Ni una risa, ni una carcajada, nada.

Yo le decía a Javi, oye, esta gente es muy rara ¿no? Y Javi no paraba de repetir que allí tenía que haber una cámara oculta que nos estuviera grabando porque ese silencio no era normal. De hecho, nos sorprendió tanto que grabamos un vídeo y la escena es como esas pelis en las que solo te mueves tú y todo lo que está a tu alrededor está en pausa. Dormimos allí después de encontrar la única vieja habitación que quedaba en el pueblo. Disfrutamos de las zonas montañosas –Monte Baldo– (hay un teleférico muy recomendable) y pasamos un verano muy divertido subidos a un Fiat Panda con música tradicional italiana en el coche. Estoy escribiendo esto y creo que le voy a proponer a Javi repetir ese viaje porque es maravilloso. Portugal e Italia han sido siempre mis destinos favoritos. Son dos países que me encantan y en los que disfruto como una niña pequeña, aunque ya sabéis que por Portugal siento una adoración especial.

Bueno, no me enrollo más que lo que queréis es ver cómo sale este bizcocho. Ya os aviso, está muy bueno, sabe un poquito a limón y sobre todo se mantiene bastante bien porque con el de la foto, hemos desayunado un par de días (de hecho, hemos desayunado de nuevo esta mañana) y está todavía más bueno. ¡Allá vamos!