Nuevo año, nueva vida. Hoy estoy de cumpleaños. Los 40 son un cambio importante. En realidad el número es lo de menos porque la edad la lleva uno dentro y la cabeza determina de que “siglo somos” y yo tengo unos cuantos menos, jejejeje, pero sí, empiezo la cuarentena y da un poco de vértigo sobre todo por lo que viene después -los 50, los 60…- La juventud pasa rápido por eso hay que disfrutarla a tope pero como decía mi madre “con cabeciña” así que nadie se me desmadre.
Como hay confianza, hoy me sincero un poco con vosotros. Cuando tenía 20 y 30 años, pensaba que mi vida a los 40 sería otra. Como todo en la vida está “reglado” socialmente, uno espera tener novio, casarse y tener hijos, pero no siempre las cosas tienen que ser así. Por un problema de salud, no he podido tener hijos. Todo depende de como uno se plantee ese cambio, se puede llevar bien o llevar tremendamente mal. Yo lo he asumido muy bien. Tampoco tengo tiempo para mucho más como os habréis dado cuenta, así que soy también afortunada por ese lado, creo que lo he interiorizado y me he adaptado a las circunstancias.
Cuando me fui a vivir al extrarradio, siempre pensé en el futuro. Un amigo mío -Santiago- diría que el futuro no existe, que solo tenemos el presente: “Tú déjate de futuros y disfruta de este momento” y en parte tiene mucha razón pero creo que todos deberíamos tener ese sentido “previsor” independientemente de ser conscientes de que la vida cambia en un segundo, así que yo pensé en mi casa con habitaciones para todos…
A principios del año pasado decidimos que era el momento del cambio. Los 40 estaban ahí al lado, necesitaríamos aire fresco para asumir la pérdida de nuestro cuatro patas. Willy está con nosotros desde antes de pensar en familia, ha sido el perro que no pude tener de niña, un sueño que ha sido mucho mejor de lo que esperábamos y se ha convertido en un miembro muy importante en nuestras vidas. Así que aunque nuestra casa nos encanta, ya no era práctica para la vida que llevamos… Pues ya está. Nos mudamos y volvemos al centro de Madrid.
Hoy hemos pasado nuestra primera noche en nuestro nuevo barrio y y lo mejor de todo, Willy todavía está aquí, luchando por la vida. Un milagro maravilloso.
Tendríais que verle por el barrio. Está encantado. Malasaña es una de las zonas más #dogfriendly de todo Madrid. Entra en todos los bares y tiendas y no para que yo me tome un café, nooooo, el entra a que le den su galleta y nos vamos. De tantas idas y venidas estos meses, ya se conoce al vecindario. A la farmacéutica la conocemos por comprar sus medicinas, es muy riquiña… El vecino italiano tiene perrito, así que como es un encanto, allá que le abordamos cada vez que nos vemos, Luis es el dueño de unos de los bares de la zona, siempre tiene el cuenco de las galletas a tope -a veces ya me da vergüenza entrar, pero Willy clava sus “zarpas” en el suelo, y o entra o no sigue caminando, ¡ah! y también conocemos al exhibicionista que tenemos 2 balcones más allá -pero a ese sólo de vista-…
El balance de estos 40 años es muy positivo. Le doy un sobresaliente. Venir de Galicia a Madrid me ha permitido conocer a mucha gente que para mi es muy especial pero sobre todo a entender otras formas de vida. Mi carrera de enfermera la estudié aquí con una beca de esas que ya no existen. Los inicios siempre son duros pero tuve mucha suerte. El trabajo a pesar de estar fatal, no me ha faltado, cruzo los dedos porque 2014 siga al menos igual. Tengo un marido al que quiero con adoración y que me quiere y me cuida mucho, que siempre me ha demostrado que ha estado conmigo en lo bueno y en lo malo y un peludo al que nunca me hubiese imaginado que se le pudiera querer tanto. Esas mañanas de besos son adorables. Que más se le puede pedir a la vida. Salud, amor y dinero para vivir.
Creo que soy muy feliz y hoy me apetecía compartirlo con vosotros, porque también formáis parte importante en mi vida.
Un beso gigante a todos.
Ro