Black Friday, Cyber Monday, Navidad, Reyes, las Rebajas… Sería muy fácil hacer un discurso crítico con estos días que estamos pasando y con los que se nos vienen encima. No me sorprende pero me hace reflexionar un poco la foto de las calles de Madrid estos días llenas de gente. Con bolsas y más bolsas, haciendo cola para comprar un décimo de lotería, aguantando la lluvia para ver un espectáculo infantil frente a un centro comercial y con los locales hasta arriba.
Insisto, lo fácil sería decir que se nos ha ido la pinza a todos y que hemos caído en una espiral de consumismo salvaje que en muchas ocasiones solo ofrece una felicidad instantánea y fugaz. Lo creo pero al mismo tiempo confieso mi propia contradicción. Por un lado siento inquietud y desasosiego por este tiempo de compras descontroladas y obligadas y por otro lado soy la primera que ha picado y he salido a buscar una buena oferta estos días. No sé, estamos rodeados de un montón de necesidades que se han ido incorporando a nuestras vidas y a las que ya nos resulta muy complicado renunciar. ¿Quién puede vivir hoy sin móvil, sin televisor inteligente o sin la pulsera con la que controlas tu ejercicio diario? Podemos pero no queremos. Creo que nuestros padres o abuelos nunca lo necesitaron pero difícilmente podremos superar un día sin datos en el teléfono o sin pedir una bolsa de plástico en la caja del súper porque se nos ha olvidado otra vez en casa la que tenemos reciclable.
¿Cuánto se necesita para vivir? El otro día comentaban en la radio que para hacer un cambio real deberíamos bajar ciertos aspectos de nuestra ‘calidad de vida’. ¿Se puede vivir con menos? Es evidente que sí pero la pregunta es ¿estamos dispuestos? Supongo que cuando me compro una tartera nueva o una bandeja para presentar un plato estoy pecando de lo mismo que critico y me falta la valentía necesaria para dar un golpe de volante y aprender a vivir de otra manera. Compramos sin pensar lo que realmente necesitamos y muchas veces nos deshacemos de cosas cuya vida útil no se ha agotado. Tiramos a la basura cosas que todavía funcionan y cualquier electrodoméstico que se estropea en casa no tiene una segunda vida. Es más barato comprar uno nuevo.
Quizá las cosas no sean blancas o negras, vale pero ¿dónde está el límite de un consumo sostenible? Situar ese punto me parece realmente complicado porque depende de tu sensibilidad ante la crisis climática y también de tu propio nivel económico. Uno puede hacer un esfuerzo. Separar la basura en casa, usar bolsas reciclables, utilizar los puntos limpios pero no deja de ser un gesto que no sirve de mucho si los niños y niñas no reciben una educación verde desde pequeños y si las autoridades no se toman en serio el engranaje de una sociedad en la que la economía se activa cuando la gente consume.
Veo en la televisión la Cumbre del Clima que se está celebrando en Madrid. Los medios anuncian que no habrá grandes avances y que parte de los mandatarios han renunciado a viajar a Madrid por la falta de interés de esta cita mundial. ¿De qué sirve entonces? Ya sabemos que el planeta está en riesgo. Y que los polos se derriten y que la capa de ozono se va a la porra… Lo sabemos desde hace 40 años. Conocemos la enfermedad pero ¿se va a aplicar algún tratamiento de choque inmediato? Nos indignamos cuando veos los videos de nuestras playas llenas de plásticos pero esta tarde, entraré en el súper y saldré con mis bolsas recicladas llenas de productos envasados en plástico y envases no retornables.
No sé, insisto. Todo me parece ridículo. Todos hacemos daño al planeta en el que vivimos y debemos intentar que sea lo más leve posible. Estamos en una época de postureo absoluto. Dirigentes Eco que se mueven en vehículos oficiales contaminantes, delegaciones que viajan a Madrid a esta cumbre cuando podrían hablar por Skype, una ciudad que mide el éxito de un encuentro por el impacto económico en hoteles y bares… Chavales enloquecidos con zapatillas de 200€… Yo confieso, sí, he comprado una cosa en el Black Friday. Y sí he salido a ver las luces navideñas. Y me doy codazos en un comercio porque llega Reyes y no he comprado nada a los nuestros. De acuerdo, soy culpable pero creo que nos toca hacer algo más ¿no?
- 2 dientes de ajo sin el germen
- 120 g de cebolla en trozos
- 50 g de pimiento rojo en trozos
- 50 g de pimiento verde en trozos
- 50 g de aceite de oliva virgen extra
- 120 g de zanahoria en rodajas
- 120 g de calabacín en taquitos
- 100 g de guisantes congelados
- 200 g de arroz de grano redondo
- 1 pastilla de caldo de verduras o caldo de verduras con el mismo peso del agua
- 1 cucharada de pimentón
- 700 g de agua
- 1 bote de 400 g de garbanzos* cocidos, lavados y escurridos
- Ponga en el vaso el ajo sin el germen en trozos, la cebolla en trozos, el pimiento rojo, el pimiento verde y el aceite y trocea 2 segundos en velocidad 5 y sofríe 8 minutos, 120°C o Varoma, giro a la izquierda y velocidad cuchara.
- Añade la zanahoria en rodajas, el calabacín en taquitos y los guisantes y sofríe 3 minutos, 120°C o Varoma, giro a la izquierda y velocidad cuchara.
- Incorpora el arroz, la pastilla de caldo o el caldo -en lugar del agua-, el pimentón y el agua y cocina 15 minutos, Varoma, giro a la izquierda y velocidad cuchara. (*Puedes poner los garbanzos en le varoma y cocinarlos ese tiempo, pero no lo necesitan porque ya están cocidos y se calentarán con el calor del arroz). Comprueba el punto de sal y corrige si es necesario.
- Vierte en una fuente los garbanzos con el arroz encima y mezcla. Deja reposar 5 minutos antes de servir. Listo.