Han pasado unos días y hoy me encuentro con algo de fuerzas para compartirlo. Mi pequeñín de 4 patas se fue el viernes por la tarde mientras dormíamos la siesta. Ni el cáncer, ni la operación, ni su espalda pudieron con sus ganas de vivir, fue su corazón, lleno de amor, el que decidió que necesitaba descansar. Jugó hasta media hora antes de acostarse, compartió fresones conmigo y probó la pasta con boloñesa que habíamos preparado para comer. Estaba feliz, era muy feliz y a nosotros nos llenaba de felicidad.
Ha sido la experiencia más dura que he vivido en mi vida. A algunos le parecerá exagerado pero la realidad es que los tres nos derretíamos de amor cuando estábamos juntos. Era tan bueno, tan transparente, daba tanto cariño… Hay personas que nunca entenderán lo que digo porque nunca han sentido algo tan grande por un animal, hay otros que tienen animales pero que simplemente los tienen en una finca o en una jaula y hay personas que disfrutan de ellos como uno más de la familia, que han visto que detrás de esos ojos brillantes hay mucho más, una energía especial, emoción, amor, inteligencia, generosidad, paz, complicidad y mucha luz, luz blanca.
Cuando nos independizamos, Javi y yo fuimos a por Willy. Antes tuvimos unas cuantas conversaciones. Nos daba miedo no ser capaces de hacerle feliz, de dedicarle todo el tiempo que iba a necesitar. Teníamos 26 años y muchas ganas de tener un perro desde que éramos niños. Willy nació muy cerca de la Plaza de Cuzco el 1 de Junio del año 2000. El 18 de Julio de ese mismo año, llamamos a la puerta. En el piso había por lo menos 5 peludos preciosos y solo quedaba un cachorro. Nosotros queríamos que fuese “chico” porque hacía años que teníamos decidido el nombre. Siempre hablábamos “mira, Willy estaría ahora subido a la cama”, “Willy te estaría pidiendo de comer…” así que para nosotros había llegado a casa mucho tiempo antes… Cuando aquella mujer nos enseño el perro que le quedaba, no preguntamos ni que era, nos dijo que era el más feo de la camada pero que nos llevábamos al más tranquilo de todos. De repente pregunté ¿¿y qué es??, y ella dijo “es un macho”. Era Willy.
Llegó a casa, le compramos una cama roja, unos cuencos, le pusimos sus vacunas y empezamos a convivir. Los dos primeros días dormí con él en el suelo de la cocina. Los que tenían animales nos decían “no lo metáis en la habitación” pero al tercer día los mandamos a hacer puñetas. Yo quería dormir y aquel bichito descansaba de maravilla debajo de nuestra cama. Tras su primer corte de pelo, su abuelo humano le bautizó como “el recluta” y con cada anécdota fuimos poniendo más motes, cambiando su nombre y haciendo fotografías. El siempre se partía de risa. Sabía que todas sus payasadas nos hacían reir. Su deseo siempre ha sido hacernos felices y el nuestro que se sintiera el bichito más querido del planeta.
14 años no son nada. Nos ha hecho feliz escucharle respirar (roncar y soñar) cada noche, nos ayudaba a conciliar el sueño. Javi y yo nos peleábamos por ponernos en el lado derecho de la cama, porque siempre dormíamos tocándole, al menos hasta que nos quedábamos totalmente dormidos. Hemos disfrutado viéndole correr, saltar, haciéndole regalos… como le gustaban… Era nuestra estufa en invierno y nuestro paseador en verano… ¿Quién sacaba a quién? Buena pregunta.
Willy nos ha dado durante estos 14 años una lección de valores, donde su familia era lo primero -nos adoraba-, disfrutar de cada día era primordial, del sol, del viento que movía sus barbas, lo de comer era lo menos importante, con poco se apañaba aunque era un comilón. Tener a Willy ha sido la experiencia más bonita de mi vida y aunque no paro de llorar su pérdida estoy orgullosa de haber formado parte de la suya. Sus ganas de vivir no han dejado indiferente a nadie, ni a los oncólogos, ni a su veterinaria de toda la vida. Sé que todos lo van a echar de menos. Era un tipo muy especial que ha luchado por seguir a nuestro lado. Un valiente. Nosotros hemos hecho lo humanamente posible y le hemos dado todo el refuerzo positivo que hemos podido.
Le echaré de menos toda mi vida, pero como decía mi abuelo, nunca morirá del todo, porque mientras yo viva, el vivirá en mis recuerdos.
Ahora necesito recomponerme, durante unos días no voy a aparecer por aquí. Necesito asimilar que ya no está conmigo, que no me acompañará en la cocina, en los paseos, que cuando abra la puerta de casa no vendrá corriendo a darme un beso. Le hecho mucho de menos. Willy nos ha hecho inmensamente felices.
A los que lo entendéis, gracias por la compresión, a los que no, gracias por vuestra prudencia y respeto.
Hasta pronto.
Willy se fue el 31 de Enero de 2014, lo hizo con el mes, sin dar guerra, sin hacer ruído, siendo un valiente.